Vinos y caballos
son dos de los símbolos
de la ciudad gaditana.
Una herencia histórica
que el paso del tiempo
se ha encargado
de cuidar, proteger
y fomentar
donde las escaramuzas y enfrentamientos
fueron habituales, se añadió el sobrenom-
bre de ‘de la Frontera’. Por aquel entonces,
entre los siglos XIII y XIII, la ciudad ya era
conocida por la excelencia de sus vinos.
Con el Descubrimiento de América y la
Conquista de Granada, Jerez de la Fronte-
ra se convirtió en una de las ciudades más
prósperas de Andalucía, beneficiado en
gran parte por su cercanía con los puertos
de Sevilla y Cádiz, en los que abundaba el
comercio con las colonias americanas. Es
en esta etapa del Medievo cuando se crea
la raza caballar propia jerezana, denomi-
nada cartujana, en honor a la Cartuja de
Santa María de la Defensión, cuyos monjes
criaron a los caballos durante siglos hasta
la Desamortización de Mendizábal.
Vinos y caballos son dos de los símbolos
de la ciudad gaditana. Una herencia histó-
rica que el paso del tiempo se ha encar-
gado de cuidar, proteger y fomentar. Los
aromas de la gastronomía regional están
regados de la tradición vinícola jerezana, en
la que destaca la Denominación de Origen
de Jerez-Xérès-Sherry y los distintos pro-
ductos elaborados a partir de éste, como
el Vinagre de Jerez y el Brandy de Jerez,
también distinguidos con la Denominación
de Origen. Tal es la importancia del vino en
la idiosincrasia jerezana que la industria vi-
nícola tuvo grandes repercusiones urbanís-
ticas entre los siglos XVIII y XX, en los que
se fue construyendo un cinturón industrial
en torno a la ciudad, formado por bodegas,
que hoy en día han sido absorbidas por la
expansión urbana de los últimos años.
La cría de caballos de la raza cartujana,
igualmente, está íntimamente ligada al de-
sarrollo de Jerez de la Frontera. Tal es así
que en el mes de mayo se celebra la Feria
del Caballo (también conocida como Fe-
ria de Jerez), una festividad declarada de
Interés Turístico Internacional, donde los
protagonistas absolutos son los caballos
y los jinetes. Paseos y competiciones de
equitación acompañan a los siete días de
duración de la Feria, en los que no faltan
los platos típicos de la gastronomía jere-
zana (ajo caliente, chicharrones, riñones al
jerez o “pescaito frito”), acompasados con
cantes y bailes flamencos.