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Entrevista a la mujer
que se ha insertado en FCC
P. ¿Cómo ha sido la incorporación a la
empresa?
R. Desde un principio me sentí tratada
con mucha normalidad, como el resto de
trabajadores. Detecté cierto cuidado y
sensibilidad por parte de mis superiores.
Esta sensibilización y comprensión me
hizo sentir muy cómoda, y que se me
exigiese lo mismo que al resto me ha
permitido sentirme orgullosa de mantener
mi puesto de trabajo. Aunque el día a día
lo tengo que defender con mi esfuerzo,
considero fundamental que se me diese
esa primera oportunidad para demostrar
mis capacidades. Creo que no hubiera sido
posible de no ser por colaboraciones como
la que mantiene la empresa con Cruz Roja.
P. ¿Qué aspectos positivos ha tenido para
ti encontrar un empleo?
R. Ha mejorado mi autoestima, me
siento más segura y además ahora soy
independiente económicamente. El hecho
de arreglarme cada mañana para salir a
trabajar, cuidarme más y esforzarme por
verme bien ha sido muy importante para
sentirme mejor. Además, durante el trabajo
olvido mis problemas personales, me
centro en lo que tengo que hacer…
Conocer a otros compañeros y profundizar
en esas relaciones personales me ha
supuesto además de un apoyo, un
aprendizaje, ya que he comprendido que
cada persona tiene sus propias dificultades,
y todo el mundo tiene que luchar en mayor
o menor medida para salir adelante. Me ha
permitido quitarme la etiqueta de “víctima”
y relativizar mucho más mis propios
problemas.
P. ¿Qué cuestiones crees que pueden
hacer las empresas para apoyar a las
mujeres que han sufrido violencia de
género?
R. Creo que nos deben tratar con
normalidad, igual que al resto de
trabajadores, pero contando con la
sensibilidad de la empresa, ya que no
todas las mujeres se recuperan de la misma
manera o con la misma rapidez. Cuando
además siguen persistiendo problemas
de ansiedad o tratamientos psicológicos,
es importante que la empresa no dificulte
el mantenimiento de los mismos (citas
médicas, etc).
Porotro lado, unade lasmayoresdificultades
a las que nos enfrentamos las mujeres
que hemos pasado por esta situación
es la cuestión de las responsabilidades
familiares no compartidas. Esto supone otro
impedimento a la hora de buscar/encontrar
empleo, pues no podemos asumir cualquier
horario laboral. En un entorno laboral en el
que cada vez se exige más flexibilidad por
parte del trabajador/a resulta una barrera
real para conseguir y mantener un empleo,
que por otro lado es imprescindible para
asumir nuestros gastos y los de nuestros
menores, además de para reforzar nuestra
autoestima bastante afectada.
P. ¿Qué le dirías a otras mujeres que ahora
estén sufriendo violencia de género?
R. En primer lugar que abran los ojos y
asuman lo que les está ocurriendo, que
se reconozcan a sí mismas en ese papel.
Después les recomendaría que contasen
lo que les está pasando, y que tengan
cuidado pero nunca miedo. Por último,
que la clave está en no mirar atrás y tirar
para adelante. Les diría que la violencia
no solo está en los golpes, sino también
en los desprecios y maltratos de otro tipo.
Tenemos que vivir nuestra propia vida, no la
que nos obligan a vivir.
Les regalaría la idea de que hoy quizá esté
nublado, pero mañana seguro que sale el
sol.
la maldita dirección, garabateo en un papel
lo que le dictaban con la convicción de que
llegaría sin necesidad de más instrucciones.
Por el camino, entre un mar de semáforos
que le pareció infinito, recordó los años
que llevaban trabajando juntas: casi once,
a razón de más de ocho horas diarias.
Había estado más tiempo a su lado que
con la mayoría de sus seres queridos en
los últimos años; había ido a su boda siete
años atrás, había tenido a sus hijos en su
regazo, no sin sentir una pizca de envidia
por algo que no le había sido dado a ella,
había celebrado el pisito nuevo que se
compró en las afueras de la ciudad, ...
Habían sido once años también de
sinsabores, no ya las largas jornadas de
trabajo cuando era necesario terminar un
proyecto con fecha de caducidad o para
solventar cualquier urgencia. También había
estado a su lado cuando ella misma se
divorció, hace ya cuatro; nada traumático,
una conversación para finiquitar el afecto,
y unos cuantos papeles para ordenar los
bienes civilizadamente y legalizar su nuevo
status.
Por eso, cuando un par de años después
ella le vino a contar que su matrimonio
estaba resultando un infierno, apenas
levantó los ojos de la pantalla. Estaba
con una de esas urgencias. Se limitó a
despacharla con un: Pues ya sabes, mira
mi ejemplo, hace dos años que estoy en
la gloria. Bueno y tu mejor, que tienes dos
críos que te van a hacer compañía! Así te
entretienes y no tienes tiempo de pensar en
penas.
Ella no volvió a comentar nada. Era así,
prefería no molestar. A veces cuando
cometía un error, enseguida se disculpaba:
“si es que soy tonta, ya me lo decía Luis,
o r p o r a t i v o